jueves, 26 de noviembre de 2009

Experiencia Fat Duck II

Continúo…




El siguiente plato es una sopa de tortuga fingida. Un guiño a la historia. Antes de presentarlo, entregan un elegante folleto con una breve historia, en forma de cancioncilla, sobre la sopa. Tras su lectura, se presenta el plato en donde una capsula envuelta en papel de oro se disuelve en forma de  infusión en un caldo que servirá para mojar los ingredientes de la sopa. No hay nada llamativo en cuanto al sabor. Sin embargo, vuelve otra vez la propuesta, el juego, una proposición a que tu intelecto cierre un círculo que roza lo literario.



El menú prosigue con el llamado “sound of the sea”. Aquí, la intención es que todos tus sentidos se centren en recibir sensaciones guiadas por un plato de mar. Para ello, lo visual queda atrapado por un plato con una base de arena de playa, en el que se sobrepone un cristal donde se distribuyen diferentes pescados y mariscos (anguila, chicharro…todo semi-crudo) aderezados con una espuma de mar. Como parte del show, dentro de una caracola se presenta un i-pod que, al ponerte los cascos en el oído, escuchas el sonido de olas y gaviotas. Parafernalias aparte, todo muy rico: nítidos sabores salinos. Lo maridamos con sake. Y en mi opinión, es un plato que habría que comerlo con las manos para ahondar más en el juego. ¿Cómo influyen el resto de los sentidos en el del gusto a la hora de comer?



Y llegan los platos principales. El pescado y la carne. La emoción, ahora, se centra en los productos. Un salmón pochado en regaliz. ¿Salmón en un menú de esta envergadura? Pues si, espectacular. El salmón, al pocharlo a muy baja temperatura durante largo tiempo, no permite que la grasa coagule y aparezca en el paladar, obteniendo una textura sedosa increíble. Con el envuelto que lleva de la gelatina de regaliz y la mayonesa de vainilla a modo de salsa se logra una combinación de sabores en la boca que te enseña a apreciar...lo ya conocido.



La carne: pichón de Anjou con puré de morcilla y sus entrañas confitadas. Plato de academia francesa pura. Muy buen punto, excelente sazón y combinación de ingredientes perfecto. De los mejores platos que he comido en mi vida. Casi comparable con el cocido de mi madre. Ahí es nada. En una ocasión, me enseñaron cuadros figurativos de Picasso que me mostraban como antes de volar, en aras de la creación, sabia bordar lo terrenal. Pues eso.



Continuaré….

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