viernes, 11 de diciembre de 2009

La experiencia Fat Duck III y final

En los postres, tuve la sensación que bajaba algún peldaño el listón y la sorpresa. Y por inventarse alguna razón: sin duda, el umbral de asombro a estas alturas de la comida estaba demasiado condicionado. La propuesta de juego, memoria y exquisitez con que me habían alimentado, no hizo más que acrecentar mi ansiedad y cautivar mi inquietud (vasos que no se colman) y abrirme puertas que ya no querré cerrar. Me robaron el alma: lo consiguieron.


Se empezaba el recital dulce con una tarta de manzana caramelizada, hinojo, rosas y limón en confitura, acompañado de un sorbete de pasas de corinto. Una llamativa sonoridad crujiente en la textura al partirlo y… poco más.


En el siguiente postre, vuelve a aparecer el espectáculo, casi circense, del nitrógeno líquido para presentar una versión divertida del desayuno típico inglés (The Not-So-Full English Breakfast, se llama), en el que, de primero, un huevo cocinado en forma de revuelto en el nitrógeno se coloca sobre una tosta francesa y un crujiente de beicon. Llega una vez más el desconcierto: el huevo revuelto sabe, de manera nítida, a beicon. De segundo, unos cereales con leche que resultan ser una láminas de chirivías crujientes. Y se termina con un vaso de té, en el que, bajo la apariencia visual de un único líquido, la mitad de la infusión está fría y la otra mitad, caliente.


Una aspiración de divertimento llevada a la mesa que, intuyo, no pretende ir más allá.


Lo dulce prosigue con un vino de chocolate escarchado acompañado de una galleta de mantequilla y chocolate. Plato rescatado del recetario histórico, allá por el 1660. Bueno, muy rico.


Y la comida termina con unas gominolas con sabor a diferentes vinos y licores de distintas procedencias del mundo: una de sabor a ron de Cuba, otra a Jerez, otra a Madeira…adheridas sobre un mapa situado en un cuadro enmarcado.


Todo bien regadito, de principio a fin, con Salon del 97 y Larmandier Bernier.


Bolsitas de dulces para llevar y la cuenta […].


Me encantaría encontrar una reflexión sobre la experiencia. Y quizá no la haya. Siento que si no saco alguna consecuencia de lo ocurrido, si no aprendo algo, es como si no lo hubiera sabido vivir, como si se hubiera escapado. Y quizá, lo único que hay que aprender es a saber sentir, y disfrutar, los momentos como este, con gente como él.

- Pero, entonces, ¿La Razón?
- La Razón se nos ha agotado, ¿quiere el ABC?